miércoles, 20 de noviembre de 2019

¿QUIÉN FUE EL AUTOR DEL LIBRO DE SANTIAGO EN LA BIBLIA?


En la Biblia hay varios personajes con el nombre de “Santiago”. Existen varias interpretaciones de quién podría ser el autor de la epístola de Santiago. En la Biblia hay como siete personas llamadas “Jacobo” o “Jacob” de donde proviene el nombre. En principio, el nombre de “Santiago” equivale al de Jacobo. En griego “koiné”, idioma con la cual se escribió el Nuevo Testamento el nombre de “Jacobo” se identifica como άκωβος” que quiere decir “Iacobos (“iacobos” en su pronunciación figurada). Recordemos que casi los primeros 300 años, las iglesias cristianas tienen una historia en común. No había iglesia católica, ni denominaciones evangélicas. A las mismas personas como Pedro, Juan o Pablo, la iglesia católica les llamó San Pedro, San Juan o San Pablo.

miércoles, 10 de julio de 2019

APRENDE A AMAR PARA ORAR POR TUS HERMANOS


“Para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo”. Filipenses 1:10 (Reina Valera 1960 / RV60)


El motivo personal del apóstol Pablo fue siempre orar por sus “hijos”, por aquellos creyentes que se “nacieron por segunda vez” bajo su ministerio y que congregaban en las iglesias que él fundó. La razón por la cual oraba por ellos era su amor hacia la iglesia. Pablo había predicado por primera vez en Filipos que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, que a su vez era colonia de Roma. En Filipos, Pablo había sido golpeado y encarcelado. Allí había conocido a Lidia, la vendedora de púrpura y se alojaba en su casa. En Filipos había echado a un demonio de adivinación del cuerpo de una muchacha, razón por la cual, fue apresado y llevado a la cárcel, donde se convirtió el carcelero. Filipos y Macedonia eran dos ciudades que pertenecían a la provincia romana de Macedonia. La ciudad lleva el nombre de “Filipos” por el famoso rey Felipe, era la puerta de entrada del Asia a Europa.

sábado, 25 de mayo de 2019

¿QUÉ ES EL DISCIPULADO BÍBLICO?

Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”.
1 Corintios 3:6-7 (Traducción: Reina Valera 1960).

Hay quienes creen y entienden que el “discipulado” es un programa de la iglesia que se realiza para un grupo de personas. Otros, piensan que el “discipulado” es una serie de cursos o lecciones que se estudian en determinado tiempo y al final se obtiene un certificado o diploma. Nada lejos de la verdad. El discipulado puede contener estos elementos, pero bíblicamente es otra cosa. 
¿Qué es un discipulado bíblico? El discipulado es la transmisión de una vida a otra. Es decir, para que haya un discipulado se necesita por un lado a un discipulador, y por el otro lado, a un discípulo. Con el tiempo se “transmite” la vida del discipulador al discípulo. De un maestro a un aprendiz. ¿Qué es un discípulo? Es un aprendiz. Es alguien que está para aprender o que tiene la actitud para aprender.
Obviamente que el discipulado requiere de un conjunto de lecciones que sirvan de apoyo sistemático para aprender mejor una enseñanza. Pero, el propósito principal es que el discípulo aprenda a vivir (conducirse) como lo hace su discipulador. De ahí que, tanto el discípulo como el discipulador, deben tener vidas santas, a cuentas con Dios.

martes, 21 de mayo de 2019

LA CARRERA CRISTIANA EN EL MUNDO MODERNO

“Por lo tanto, también nosotros, que tenemos tan grande nube de testigos a nuestro alrededor, liberémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”.
Hebreos 12:1 (Reina Valera Contemporánea).

El creyente tiene una gran carrera por delante y tiene a Jesús como el modelo de constancia. El capítulo 12 del libro de los Hebreos, nos habla de poner nuestros ojos en Jesús. El texto se refiere a despojarnos de toda clase de peso. Es decir, de todo aquello que hace pesada nuestra carga. Por el contrario, vemos en la Biblia que el Señor nos promete que nuestra carga puede ser ligera si confiamos en él. Pero no solamente tenemos el reto de despojarnos de nuestra carga en Cristo, sino del pecado mismo. El creyente sabe que todo aquello que es bueno y no se hace es ya un pecado. Jesús mismo nos promete que puede liberarnos del pecado.