sábado, 25 de mayo de 2019

¿QUÉ ES EL DISCIPULADO BÍBLICO?

Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”.
1 Corintios 3:6-7 (Traducción: Reina Valera 1960).

Hay quienes creen y entienden que el “discipulado” es un programa de la iglesia que se realiza para un grupo de personas. Otros, piensan que el “discipulado” es una serie de cursos o lecciones que se estudian en determinado tiempo y al final se obtiene un certificado o diploma. Nada lejos de la verdad. El discipulado puede contener estos elementos, pero bíblicamente es otra cosa. 
¿Qué es un discipulado bíblico? El discipulado es la transmisión de una vida a otra. Es decir, para que haya un discipulado se necesita por un lado a un discipulador, y por el otro lado, a un discípulo. Con el tiempo se “transmite” la vida del discipulador al discípulo. De un maestro a un aprendiz. ¿Qué es un discípulo? Es un aprendiz. Es alguien que está para aprender o que tiene la actitud para aprender.
Obviamente que el discipulado requiere de un conjunto de lecciones que sirvan de apoyo sistemático para aprender mejor una enseñanza. Pero, el propósito principal es que el discípulo aprenda a vivir (conducirse) como lo hace su discipulador. De ahí que, tanto el discípulo como el discipulador, deben tener vidas santas, a cuentas con Dios.

martes, 21 de mayo de 2019

LA CARRERA CRISTIANA EN EL MUNDO MODERNO

“Por lo tanto, también nosotros, que tenemos tan grande nube de testigos a nuestro alrededor, liberémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”.
Hebreos 12:1 (Reina Valera Contemporánea).

El creyente tiene una gran carrera por delante y tiene a Jesús como el modelo de constancia. El capítulo 12 del libro de los Hebreos, nos habla de poner nuestros ojos en Jesús. El texto se refiere a despojarnos de toda clase de peso. Es decir, de todo aquello que hace pesada nuestra carga. Por el contrario, vemos en la Biblia que el Señor nos promete que nuestra carga puede ser ligera si confiamos en él. Pero no solamente tenemos el reto de despojarnos de nuestra carga en Cristo, sino del pecado mismo. El creyente sabe que todo aquello que es bueno y no se hace es ya un pecado. Jesús mismo nos promete que puede liberarnos del pecado.